Oslo | ||||
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Un paraíso en el fiordoLa capital noruega es una ciudad situada al final del fiordo de Oslo y rodeada de bosques que ofrecen al visitante la posibilidad de navegar, bañarse en las aguas de sus islas y lagos en verano o disfrutar del esquí en inviernoLlego a Oslo un día soleado de finales de junio. Para un latino la capital noruega reúne varios atractivos atávicos: su elevada latitud norte le confiere un clima más frío que el templado Mediterráneo, forma parte de la cuna de la legendaria civilización vikinga, posee enormes extensiones de bosque, un maravilloso fiordo de 100 km de longitud salpicado de bellas islas y melenas rubias y ojos azules. Sólo por esto merece la pena visitar Oslo, pero existen muchas otras razones que relataré sin apabullar, tratando de disfrutar, como yo lo hice, de la estancia en esta pequeña y bella capital escandinava. Navegando por el fiordoEl Fiordo de Oslo es una inmensa ría que se extiende 100 km en línea recta desde el faro de Faerder hasta el puerto de la ciudad. Mientras navegas por el fiordo las vistas a ambos lados son espléndidas, bosques de densa vegetación y 40 pequeñas islas (Hovendoya, Lindoya, Nakholmen, Gressholmen, Langoyene...) que el barco va sorteando. A medida que nos aproximamos a la ciudad, surgen pequeñas poblaciones costeras con pequeños puertos, embarcaderos y casas multicolores sobre ambas laderas y embarcaciones de vela que se deslizan sobre el mar azul. Al final del fiordo emerge la ciudad en todo su esplendor: a la izquierda la península de Bygdoy, donde se encuentran los más destacados museos marítimos de la ciudad y algunas de las playas más populares; más allá el Puerto, el cosmopolita Aker Brygge, donde se concentran buena parte de los restaurantes y lugares de ocio más animados. Al frente sobresalen las dos torres del edificio del Ayuntamiento donde todos los años se hace entrega del Premio Nobel de la Paz. El barco atraca en un gran muelle a la derecha del centro (Sentrum), junto a la bella Fortaleza de Akersus, emplazamiento histórico defensivo de la ciudad dentro de la cual se encuentra un castillo del siglo XIII. Al este de la Fortaleza, en la zona industrial de Bjorvika, se inauguró en 2008 junto al fiordo la gran joya del país, el Oslo Opera House, obra del estudio de arquitectos noruegos Snohetta, quienes recibieron al año siguiente el Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea por esta magnífica obra. A lo largo de una superficie de 38.500 m2 destacan el innovador exterior de piedra blanca y grandes cristaleras con una gran rampa de acceso a través de la que el público pasea por todo el área. De esa superficie, 8.000 m2 corresponden a espacio escénico y a diferentes auditorios, el mayor de los cuales tiene capacidad para 1350 personas; otros 11.000 m2 están destinados a espacio públicos de recreo como restaurantes, cafés… y 18.000 m2 a la maravillosa cubierta transitable. Una magna obra que recupera esa zona industrial para el ocio y la cultura de la población. Es sábado y la ciudad se muestra alegre y animada. Aprovecho para recorrer el centro. Oslo es una ciudad que puedes descubrir caminando o en bicicleta, ya que las distancias entre los principales lugares de interés no son demasiado largas. Aunque se extiende a lo largo de 450 km2 (la mayor parte bosque y terreno cultivable) sus 500.000 habitantes y lugares turísticos se concentran en pocos kilómetros. Desde el muelle asciendo por la Rosenktantz Gate en busca de la arteria principal de la ciudad, la Karl Johans Gate. Esta calle recorre, de este a oeste, el centro de la ciudad, desde la Estación Central de Oslo de ferrocarril hasta el mismísimo Palacio Real presidido por una estatua del rey Karl Johan que da nombre a la avenida. Construido en el siglo XIX (1848) en estilo neoclásico en la actualidad reside en él la familia real noruega que disfruta de sus espectaculares salones. Muy cerca de él se encuentran los edificios de la Universidad y la Galería Nacional (ver museos). Prosigo mi paseo por el Teatro Nacional presidido por las estatuas de grandes dramaturgos noruegos como Ibsen y alcanzo el Studenterlunden Park, donde centenares de jóvenes toman el sol tumbados en el césped alrededor de su pequeño estanque, mientras los niños juegan o toman un helado. Por estas latitudes los rayos solares del mediodía son un don muy preciado y son aprovechados al máximo. Mientras en la Karl Jonans Gate se suceden cafés, restaurantes y comercios, el paralelo parque nos lleva hasta el edificio del Parlamento Nacional (Stortinget) obra del arquiecto Victor Langlet a mediados del siglo XIX. Retomo la Karl Johans Gate y disfruto del animado ambiente que inunda la calle con madres jóvenes empujando el cochecito de su bebé, músicos callejeros, ciclistas que cruzan en todas direcciones, otros disfrutan de una cerveza en la terraza de un café o compran ropa en alguno de los muchos centros comerciales (Oslo City, Paléet, Christiania Glassmagasin, Steen & Strom) emplazados en esta o en otras calles próximas. En los alrededores encontrarás discotecas, salas de fiestas, clubes de jazz, hoteles, restaurantes. Así, en Rosenkratz Gate se acumulan las discotecas y pubs, y en Tingshuset y Stortorvet los locales para los amantes del jazz y el blues. Continúo hasta la Christian Fredricks Plass, plaza que da a la fachada de la estación Central de Ferrocarril, el centro neurálgico de transportes de la ciudad. Tras callejear un buen rato por los alrededores decido ir en busca de otro de los atractivos locales: el Museo de los Barcos Vikingos que se encuentra en la zona de Bygdoy. Regreso al puerto y desde allí tomo un ferry que me lleva en apenas 15 minutos a Bygdov en busca de los hijos de Thor. También puedes desplazarte en autobús (nº 30) que parte del Teatro Nacional y tarda unos 20 minutos. Bygdoy: museos y playaBygdov es una península situada al oeste de la ciudad que se caracteriza por ser una zona residencial y en la que se concentran algunos de los más importantes museos: Museo Folclórico Noruego, Museo Marítimo Noruego, Museo de la Cultura e Historia Noruega, Centro del Holocausto, Museo de Kon-Tiki y el Museo de los Barcos Vikingos (ver museos). En verano la zona cobra gran actividad al acercarse la población a sus populares playas, como la de Huk, donde se bañan, juegan al volley playa o disfrutan del sol en la terraza de un restaurante. Visito el Museo de Kon Tiki en primer lugar, observando los barcos con los que el científico aventurero Tor Heyerdahl realizó sus extraordinarias expediciones, como la de la isla de Pascua con la nave de juncos Ra II. Después me dirijo al formidable Museo de los Barcos Vikingos, donde descubro naves vikingas originales en muy buen estado, pese a que su madera tiene más de mil años. Junto a ellos utensilios, joyas, carros, e incluso botas de piel que utilizaron estos extraordinarios navegantes y viajeros intrépidos. En la tienda del museo compro una pequeña réplica de uno de estos estilizados, sencillos y ágiles barcos que surcaron las aguas del Atlántico hasta las costas inglesas e incluso aseguran que llegaron a alcanzar las costas norteamericanas. Aprovecho la cercanía del Frogner Park para visitar otra de las maravillas de la ciudad: Vigelandsparken, el parque de las esculturas de Vigeland. Este magnífico parque reúne más de 200 esculturas bellísimas de bronce y granito realizadas por el genial artista Gustav Vigelanda lo largo de su vida. La magna obra recoge las diferentes edades del hombre en esculturas que reflejan la infancia, juventud, el amor, la maternidad, la madurez y la vejez. Impresionantes y una visita obligada en un viaje a Oslo. El puerto: Aker BrygeAbandono la exclusiva y residencial zona Oeste para bajar de nuevo al fiordo en busca del puerto y la zona de Aker Bryge. Aquí, sobre todo en verano, se concentra la mayor animación de la ciudad y es uno de los lugares más visitados por sus innumerables restaurantes, terrazas y lugares de ocio. Sus muelles son un continuo desfile de gente en busca de ocio aunque los precios no son muy económicos. Desde aquí parten los ferrys para las diferentes islas del fiordo y las pequeñas embarcaciones de vela para disfrutar de una jornada de navegación, de pesca o submarinismo. Si dispones de tiempo y no eres muy friolero puedes acercarte a una de las playas de las islas para zambullirte en un refrescante y reparador baño. Las aguas no son tan cálidas como en el Mediterráneo pero sí limpias y claras. Otra opción es hacerlo en uno de los muchos lagos que rodean la ciudad. Bosques y agua son dones sin límites en este bello país. Los noruegos están muy unidos a los deportes náuticos y a los de nieve. En ambas materias tienen grandes especialistas que destacan en eventos deportivos mundiales. Por ello nuestra última visita en la ciudad la reservamos para la zona de Holmenkollen en el noroeste. Desde esta colina verde, a la que se llega en metro desde el centro en unos 20 minutos, se pueden ver maravillosas vistas de la ciudad y se encuentran las impresionantes instalaciones de la Torre de saltos de esquí con trampolín. En los alrededores existen diferentes hoteles, cabañas e incluso puedes acampar en tiendas de campaña en verano. |