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Cabo de Hornos
Escrito por Pascual Hernández    PDF Imprimir E-mail

Viaje al fin del mundo

Crucero hasta el más mítico y peligroso paso marítimo para descubrir la Patagonia, allí donde la naturaleza aún es virgen

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Cabo de Hornos es probablemente el paso marino más peligroso de la Tierra. Miles de barcos han naufragado y millares de marineros han muerto al intentar cruzar sus peligrosas aguas. Navegantes, científicos, comerciantes y aventureros se han sobrecogido a lo largo de los siglos al cruzar su extrema latitud austral, 56º S, el límite norte del Paso Drake o Mar de Hoces, que separa Sudamérica de la Antártida. Durante siglos este lugar fue considerado el más meridional de América y del planeta, puesto que el cabo Agulhas al sur de África está a 35ºS e isla Stewart, en el extremo meridional de Nueva Zelanda, se encuentra a 47ºS. Desde Cabo de Hornos podía vislumbrarse el fin del mundo. Desde el siglo XVIII a principios del XX Cabo de Hornos formó parte de la ruta mercante por la que circulaba la mayoría del comercio mundial. Desde Australia y Oriente los barcos buscaban Europa y la costa Este americana por su paso. La apertura en 1914 del Canal de Panamá en América Central y la construcción de los ferrocarriles transcontinentales en Estados Unidos disminuyó su tránsito. Actualmente sólo lo cruzan grandes barcos como portaaviones y petroleros, que por su tamaño no pueden atravesar el Canal de Panamá. También diferentes regatas y competiciones náuticas que conservan el sabor de la aventura como Around Alone, la Vendée Globe, la Volvo Ocean Race o la Global Challenge que se celebran cada varios años.

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Otra alternativa para cruzar el Cabo de Hornos, más segura y confortable, la ofrece la compañía chilena Cruceros Australis(www.australis.com), que organiza viajes por una ruta única por la Patagonia virgen del lado chileno y argentino entre los meses de septiembre y abril de cada año, cuando la climatología es más benigna por estas aguas. Sus barcos navegan zarpando desde Ushuaia (Argentina) o Punta Arenas (Chile) recorriendo el Canal Beagle Estrecho de Magallanes hasta llegar al Cabo de Hornos. Durante la travesía se desembarca en bosques nativos, se camina sobre la tundra austral, se visita en zodiac las avenidas de glaciares, islotes y se desembarca en Isla de Hornos, el único punto habitado del viaje.
Ilusionado volé desde Madrid a Santiago de Chile y de allí al pequeño aeropuerto de Ushuaia. Durante el vuelo disfruté de la grandiosa vista aérea de los glaciares, del majestuoso Perito Moreno, y del paso por el Parque de las Torres del Paine. Apenas un aperitivo de lo que la expedición iba a revelarme. Ushuaia sobrecoge por su enclave y belleza. La ciudad más austral del mundo está situada en una bahía a orillas del Canal Beagle, arropada por la cadena montañosa del Martial, entre fértiles valles y bellísimos glaciares. Tundra, frío y helechos envuelven a los casi 50.000 ushuaienses, aunque también bordean la ciudad magníficos bosques magallánicos. De junio a octubre los aficionados al esquí disfrutan de Cerro Castor, la estación más austral del planeta, ubicada a 26 km de la ciudad, y que con sus 19 pistas es uno de los lugares más visitados por los turistas. Otros lugares de interés son el Museo del Fin del Mundo (Av. Maipú, 173 (9410). Tel: +54 2901 42-1863) que reúne una importante colección de objetos, piezas (arpones, canoas, utensilios imágenes de las tribus indígenas) y biblioteca que documentan la historia de la región desde hace 8.000 años a nuestros días.

desembarco Cabo de Hornos

Capital de la provincia argentina de Tierra de Fuego, Ushuaia fue fundada en 1884 por Augusto Lasserre. Por entonces estaba poblada por indígenas de las etnias selknam y haush que muy pronto sufrieron el acoso de los mercenarios pagados por los estancieros colonizadores hasta el punto que hacia 1930 había desaparecido casi totalmente la población aborigen. A inicios del siglo XX la ciudad fue conocida por construirse en sus aledaños un célebre presidio al que iban a dar condenados reincidentes que redimían sus penas, si lograban sobrevivir a las duras condiciones de vida, realizando trabajos forzados. La cárcel estuvo operativa de 1902 a 1947 y actualmente acoge el Museo Marítimo y del Presidio.

Sin embargo nada como pasear por sus calles empinadas o entrar en un restaurante y degustar las especialidades de la gastronomía local: centolla fueguina, merluza negra, abadejo, besugo, mariscos o el asado de cordero patagónico a la cruz. Por la tarde me dirijo al muelle donde está anclado el buque Mare Australis. Tras el check in el capitán nos ofrece el tradicional cocktail de bienvenida. Al anochecer la nave zarpa rumbo al fin del mundo. A través del Canal Beagle y del Estrecho de Magallanes, recorrerá la Patagonia y Tierra del Fuego. Es el comienzo de una aventura y de un sueño. Desde el amplio ventanal del confortable camarote observo el discurrir de un paisaje paradisíaco y milenario cuyo silencio sólo rompe el lento avance del Mare Australis.

Día 2. Cabo de Hornos-Bahía Wulaia.

A la mañana siguiente navegamos por el Canal Beagle y el Canal Murray para arribar al Parque Nacional Cabo de Hornos donde el capitán nos comunica que desembarcaremos si las condiciones del tiempo lo permiten. A las diez de esta fría mañana de finales de marzo avisto por fin la silueta vertical de Cabo de Hornos. El barco se detiene a un centenar de metros y montamos en una lancha neumática que nos aproxima a un acceso de piedras volcánicas al pie del promontorio de 425 metros en el que desembarcamos. Unas empinadas escaleras llevan hasta el legendario faro donde se encuentra la Alcaldía de Mar perteneciente a la Armada Chilena. Arriba sopla un fuerte viento y llueve con persistencia. Buscamos refugio en la casa de la Alcaldía donde vive el farero con su familia.

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Este nos recibe amablemente y enseña las dependencias que incluyen habitaciones, sala de radio, radar, equipos metereológicos e incluso una pequeña capilla. Subimos al faro y luego el alcalde-farero nos expide un certificado de haber estado en el Cabo de Hornos. Salgo al aire puro y frío de Isla de Hornos, en el archipiélago de Tierra de Fuego, y disfruto unos minutos de las maravillosas vistas de las aguas del Paso Drake. En ese preciso punto se unen las aguas del Pacífico y del Atlántico y a 650 kilómetros al sur se encuentra la Antártida. A pocos metros de allí existe un monumento al marinero desconocido y una bellísima escultura que representa al albatros, el ave del lugar, en honor a los marineros muertos al cruzar el cabo. Muy cerca, una placa recuerda a Robert Fitz Roy, el primer hombre que desembarcó en la isla el 19 de abril de 1830.

La adversa meteorología nos obliga a regresar al barco y el capitán, tras unos minutos de incertidumbre, decide cruzar el cabo de este a oeste. El Mare Australis se abre lentamente camino contra las fuertes corrientes. Salgo a cubierta abrigado con ropa impermeable y guantes y soporto el frío polar hasta que suena la sirena del barco anunciando que por fin hemos cruzado el mítico Cabo de Hornos, un infierno de olas y viento como lo definió el pirata Sir Francis Drake al atravesar sus aguas. Ya a cubierto brindamos con grog, bebida marinera a base de ron, azúcar, agua caliente, canela y limón. Desde aquel día, como también señala la tradición, tengo derecho a llevar una arete de oro en la oreja izquierda al superar el reto de rodear el Cabo de Hornos.

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Por la tarde desembarcamos en Bahía Wulaia, que fue uno de los asentamientos de los nativos Yamanas más grande en la región. Charles Darwin desembarcó en este lugar durante su viaje a bordo del HMS Beagle el 23 de enero de 1833. Tras una larga caminata a través de su bosque magallánico llegamos a un mirador donde crecen lengas, coihues, canelos y helechos. Allí contemplamos una inolvidable puesta de sol con la bahía al fondo y un silencio original. Una de esas imágenes que te acompañan toda la vida. Regreso en la lancha al barco consciente de haber vivido una experiencia sólo al alcance de los pioneros.

Día 3. Visita a los glaciares Piloto y Nena.

Por la mañana navegamos por los angostos y solitarios Canales Brecknock y Ocasión entre paredes volcánicas por las que discurren cascadas de agua y las lenguas de los glaciares sobre un mar sobre el que flotan miles de pequeños trozos de hielo que parecen querer cerrar el paso a este gélido paraíso. Mientras disfrutamos de este paisaje recibimos una instructiva clase acerca de la formación de los glaciares y su influencia en la abrupta geografía de los canales de Tierra de FuegoPatagonia. Por la tarde recorremos el Canal Cockburn para fondear después del almuerzo en Seno Chico. Desde este punto desembarcamos para adentrarnos en el Fiordo Alakaluf entre hermosas cascadas hasta llegar a los impresionantes glaciares Piloto y Nena con sus azulados bloques de hielo acumulado a lo largo de miles de años. Cada pocos minutos nos sorprende un nuevo y estruendoso desprendimiento de hielo. Es triste pensar que en algunas décadas puedan desaparecer estos majestuosos gigantes de hielo.

altDía 4. Isla Magdalena-Punta Arenas.

Por la mañana recorremos el Estrecho de Magallanes hasta alcanzar Isla Magdalena, hogar de una gran colonia de pingüinos magallánicos. A estas alturas del año muchos han iniciado su emigración hacia parajes desconocidos. Al desembarcar aún podemos ver algunas colonias de pingüinos que establecen sus hogares en pequeñas cavidades junto al faro de la isla. La curiosidad les lleva a acercarse a nosotros aunque está prohibido aproximarse a ellos a menos de 5 metros. Embarcamos de nuevo y el Mare Australis pone rumbo hacia Punta Arenas, la ciudad continental más austral del mundo y nuestro puerto de destino. Fundada en 1848, vivió una época dorada hasta la apertura del Canal de Panamá en 1914, siendo un gran centro cosmopolita y comercial, del que hoy conserva su arquitectura europea. Con alrededor de 130.000 habitantes es la tercera ciudad más poblada de la Patagonia, tras Gran Neuquín y Comodoro Rivadavia. Pese a hallarse en este lugar remoto del planeta su riqueza portuaria, industrial, comercial, ganadera, pesquera y en hidrocarburos la convierten en un enclave privilegiado con la segunda renta per cápita más alta de Chile.

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A su puerto llegan diferentes cruceros turísticos y desde allí parten algunos con dirección a la Antártida. El clima, estepárico frío, oscila entre una media de 10 grados centígrados en los meses de verano y los 2 de media en invierno, y son frecuentes vientos fríos que pueden alcanzar los 120 km/h. Aprovecho las horas de estancia en la ciudad para pasear por sus amplias avenidas, curiosear por los mercadillos de la Plaza Muñoz Gamero y la Zona Franca. Luego visito el Museo Regional de Magallanes (C/Magallanes, 949. www.museodemagallanes.cl) ubicado en un espléndido palacio de la familia Braun Menéndez que reúne diferentes objetos que muestran la vida de los pobladores de esta región a lo largo de los siglos. Otro lugar de interés es el Museo Salesiano Maggiorino Borgatello (Avenida Bulnes, 374. www.museomaggiorinoborgatello.cl) creado en 1893 por los misioneros de esta orden religiosa y que atesora muestras de etnología, mineralogía, historia, flora, fauna, artesanía indígena, fósiles y herramientas usadas por los aborígenes. Finalmente subo al mirador para disfrutar de una hermosa panorámica de la ciudad desde la que me despido de Tierra de Fuego y Patagonia. El sueño se ha cumplido. En el aeropuerto emprendo vuelo hacia la vieja, lejana y civilizada Europa.

 

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