Dublin | ||||
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Bella, joven y bohemiaJoven -más del 50% de la población tiene menos de 28 años- alegre, amante de la cerveza y bohemia, así es la población de la capital irlandesa
Imponente, desde las alturas del Gravity Bar de la Guinness Storehouse, y aún con el sabor en la boca de un amargo y refrescante trago de cerveza negra de la casa, así es la panorámica de Dublín desde las amplias cristaleras de uno de los mayores templos mundiales de la fabricación del delicioso zumo de cebada, un día del mes de junio. Christ Church y St PatricksMás animado, retomo mis pasos, calle abajo, por St. James´s St, Thomas St, Cornmarket y High St. hasta toparme con el sonido de las campanas de la Catedral de Christ Church en la calle del mismo nombre. Diecinueve campanas tañen armoniosamente invitándome a entrar en esta bellísima catedral medieval cuyo suelo fue un asentamiento vikingo, donde en 1172 se construyó por encargo del conquistador anglo-normando Richard de Clare y el Arzobispo Lawrence O´Toole una catedral en honor a la Santísima Trinidad. Sus piedras grisáceas combinan la sencillez del románico con las archivoltas y ojivas del gótico en una armoniosa fusión de estilos y siglos. Dentro, las voces de un seráfico coro, especialmente la de una pelirroja hermosa y oronda, invaden el espíritu de los allí presentes, recordándonos que no sólo de Guinness vive el hombre. Un espíritu que me acompaña por la frontal Nicholas St. abajo hasta alcanzar la cercana Catedral de St Patrick´s. De Cristo a San Patricio. La iglesia se elevó en 1191 en el lugar donde se cuenta que San Patricio, patrón de Irlanda, bautizó a los conversos en un antiguo pozo del que hoy se desconoce el paradero. Sí se encuentra, en cambio, latumba de Jonathan Swift, escritor satírico irlandés del siglo XVII que escribió Los viajes de Gulliver y que fue decano de la catedral. Su impresionante torre con aguja se eleva hacia el cielo 43 metros desde el suelo. También se cuenta que durante la conquista de Irlanda por Oliver Cromwell sus caballos utilizaron de establo la bella nave central de la catedral. Hechos que, junto a otros muchos agravios sociales y políticos por parte de los ingleses, ayudan a entender por qué la estatua de Nelson en la céntrica O´Connell St, apareció decapitada en varias ocasiones antes de ser retirada definitivamente. En la tienda de la Catedral -sorprende la naturalidad con la que los irlandeses compaginan culto y comercio en la propia nave central-, adquirí unos marca páginas con símbolos gaélicos entre souvenirs de todo tipo donde no faltan los simbólicos tréboles de cuatro hojas. Cada minuto me impregno más del espíritu irlandés. Al salir del templo una multitud de parejas de jóvenes enamorados, madres con niños, niños con niñas, niñas con jóvenes, jubilados y demás paseantes anónimos, aprovechan el sol de la mañana para tumbarse sobre el cuidado césped de St. Patricks´Park, en un lúdico y sensual rito de vitalidad que contrasta con la presencia de la Catedral. Tras contagiarme y descansar en el césped -donde fueres haz lo que vieres- dirijo mis pasos hacia el rio Liffey, el verdadero eje y referente de la ciudad, en busca del pub más antiguo de Dublín, Brazen Head (Lower Bridge St) y del James Joyce House of The Dead (Usher´s Quay). El Brazen Head abrió sus puertas por primera vez en 1198, aunque el edificio actual data de 1668. Pido al camarero una Guinness, la cerveza del arpa y todo un símbolo nacional, mientras me entretengo en pensar cuántos millones de pintas, amores y riñas habrán dilucidado aquí sus pasiones a lo largo de tantos siglos de existencia. Misión imposible. Luego visito el James Joyce House of The Dead, en homenaje al gran genio literario, paseando por las habitaciones que él paseara en un vano intento de imbuirme de su talento. Otra misión imposible. Por la ribera del Liffey camino de O´Connel StreetEl mediodía refleja su intensidad dorada sobre las aguas del río Liffey. El medio millón de almas dublinesas están divididos física y socialmente por el río. Al norte siempre han vivido las clases más populares y sus calles y plazas no están tan cuidadas como las situadas al sur del río, donde se han establecido la burguesía y la aristocracia locales. Por el Father Matthew Bridge busco la margen norte. Este puente de piedra de estilo neoclásico y tres grandes ojos data de 1818 y debe su nombre al padre Mateo que luchó denodadamente por la abstinencia de alcohol. A la vista de los resultados sus esfuerzos no tuvieron demasiado éxito, ya que se consumen 10.000 pintas de cerveza cada hora de un fin de semana cualquiera en Dublín. Tomo Lower Church St. hasta St. Michael´s Church, no en busca de oraciones, sino de la próxima destilería del popular whisky Jameson, la Old Jameson Distillery (Bow St, Smithfield). Ya contemplo su alta y esbelta chimenea de 56 metros que puede subirse en un ascensor de cristal con vista panorámica. Entro a la destilería y no resisto la tentación de tomar un par de excelentes chupitos para hacer honor a sus creadores. Como en la Storehouse de Guinnes, la antigua destilería es hoy museo, tienda de productos y puede seguirse Con la cámara fotográfica al hombro subo Jervis St. hasta su confluencia con Parnell St. Esta parte oriental de Parnell St es el Chinatown de Dublíncon cientos de pequeños comercios coloristas regentados por inmigrantes asiáticos. No es el Dublín más glamuroso, ese queda al sur del río Liffey, pero sí animado y multirracial. Según camino al Este de la calle las construcciones se modernizan hasta llegar a Upper O´Connell St. El Trinity College y Molly MaloneCruzo el puente O´Connell en dirección a Westmoreland St, el Banco de Irlanda y College Green. Ahí comienza Grafton St y justo enfrente se encuentra la fachada del Trinity College. La más prestigiosa universidad de Irlanda fue fundada en 1592 por Isabel I y sus espléndidos edificios victorianos fueron construidos entre los siglos XVII y XIX. Paseo por el campus entre estudiantes, profesores y curiosos y visito su formidable biblioteca de elevadas paredes y techo semicircular donde me detengo a echar una mirada al Libro de Kells, uno de los grandes tesoros culturales de Irlanda. El manuscrito, de bellos grabados, está escrito en latín y contiene los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento. Fue manuscrito por monjes celtas hacia el año 800 siendo una de las piezas claves del cristianismo irlandés. Regreso a Grafton St y mis pasos se cruzan con la escultura de Molly Malone empujando su carro de pescado. Molly es un personajes que forman parte de la memoria colectiva irlandesa: una pescadera del siglo XVIII que durante el día vendía marisco y pescado y por la noche se cuenta que era amiga de hacer favores. Tiene su propia canción, Berberechos y mejillones, que es casi un himno nacional en Irlanda. Saludo a Molly y me adentro en la peatonal y comercial calle Grafton, pasando por los escaparates de Brown Thomas - una de las tiendas de moda y accesorios más exclusivas de Dublín-, Decent Cigar Emporium, lugar ideal para fumar un cigarro habano mientras tomas café, Dunnes Store -ropa para toda la familia-, Weir & Sons, la mayor joyería del país, y tantos y tantos comercios de moda, diseño, música, librerías, joyerías, pubs, snaks... que hacen que Grafton St y calles adyacentes como Duke St, Lemon, Harry St, Dawson St, etc., sean un continuo paseo y mercado de vanidades en horas comerciales. Con la boca reseca por el largo paseo, supongo, hago una parada en Kehoe´s (Anne St,9) uno de los pubs más animados de la ciudad, que posee un bar victoriano. En él me reencuentro con mi ya amigo Guinness, otra pinta para alimentar el cuerpo y el espíritu con su sabor tostado amargo. !Deliciosa¡ Un grupo de cinco jóvenes irlandesas sentadas en una mesa próxima trasiegan una pinta tras otra en animada charla. Parecen celebrar algo. Imagino por un momento `la pinta´ que tendrán en un par de horas. Sobre todo una pelirroja que deposita sus generosos pechos sobre la barra mirando al joven camarero de cabello amarillo y piercings en ambas orejas. Gran parte de la vida de los irlandeses gira en torno a los pubs. En ellos celebran las fiestas, bailan, comen, viven e incluso acuden después de un funeral. Es un rito y una forma de vida. ¡Dios salve a Irlanda! Al Este de Grafton St se encuentra el Dublín Georgiano (con edificios inspirados en la antigüedad clásica), donde trabajan y viven los más adinerados entre grandes casas, amplias plazas como Merrion Square y Fizwilliam Square y los mejores restaurantes de la ciudad. Allí están los Government Building, edificios que alojan al Gobierno de la Nación, Leinster House (sede del Parlamento de Irlanda) o museos como la National Gallery Of Ireland, la National Library, el Museo Nacional de Irlanda de Arqueología o el de Historia, y la Royal Hibernian Academy entre otros. Son las dos de la tarde y, a pesar de estar ya muy imbuido por el espíritu irlandés, es hora española de comer. El Bang Café (Merrion Row,11) es uno de los mejores restaurantes irlandeses por su relación calidad-precio. Allí disfruto un menú preparado por su chef, Lorcan Cribbin, que incluye pichón asado y John Dory con langostinos; de postre, brownie de cacao en salsa de chocolate. Exquisito. Nada más adecuado para concluir la comida que un café irlandés. Mi cuerpo sigue siendo español y demanda una pequeña siesta. Ayudado por el cálido sol de la tarde me dirijo al final de Grafton Street, justo donde comienza St. Stephen´s Green. Siglos atrás este gran parque fue escenario de torturas y ejecuciones, afortunadamente hoy en día sólo es frecuentado por parejas de enamorados, ejecutivos y funcionarios de los cercanos edificios oficiales o paseantes en general que suelen buscar su tranquilidad a la hora de almorzar un sandwich o buscar un breve descanso entre sus árboles y el estanque con patos. Mientras observo las aves caigo en los suaves brazos de Morfeo acurrucado por los rayos del sol. Cuarenta y cinco minutos más tarde unas insistentes gotas de lluvia me despiertan y recuerdan que sigo en Dublín, tras los pasos de James Joyce y Guinness. Recuperado del sopor vespertino encamino mis pasos hacia la zona de Temple Bar, al Oeste de Grafton St. Bailando Ceili en un pub de Temple BarIr a Dublín y no pasear por Temple Bares como ir a Sevilla y no visitar Triana. Próximo a la ribera sur del Liffey se encuentra este barrio superpoblado de pubs y bares que tiene animación casi las 24 horas del día. Todo el que desee saber dónde se encuentra la marcha de Dublín tiene que acercarse a sus coloristas calles y entrar en uno de sus pubs al caer la tarde y pedir una cerveza para luego dejarse seducir por la música y el ambiente. Si sus estrechas calles medievales contaran lo que han visto, no habría iglesias ni sacerdotes en toda Irlanda para salvar a todas esas almas. Nativos y turistas se funden en los pubs bebiendo y ligando como si el fin de mundo fuera a producirse esa misma noche. Esta pequeña Babilonia tiene su epicentro en Temple Bar Music Centre (Curved St) que ofrece todos los días conciertos de música desde funk a rock o indie. Es una fusión de sala de conciertos, bar, pub, café y sala de grabación de visita obligada. Otro local emblemático es Mulligans ( Poolberg St, 8) que tiene fama de servir la mejor Guinness y también el Octagon Bar (Wellington Quay,6-8), propiedad de U2. Pero no todo son pubs. En el barrio abundan también tiendas de moda de diseñadores jóvenes y otros consagrados como S Sacarlet Row (Weest Essex St.), Smock (West Essex St.), Flip (Fownes St), de diseño como Haus (Crow St) o Designyard (Cow´s Lane), de música comoCladdagh Records (Cecilia St,2) o Rhythm Records (Aston Quay,1), y mercadillos como el de Cow´s Lane Market con puestos de ropa, artesanía, joyería, etc. Tras curiosear por un par de pubs abarrotados de jóvenes y habiendo bebido las respectivas pintas de cerveza Guinness, me dirijo al Palace Bar (Fleet St.) con intención de tomar la espuela, que decimos allí en España. Cuando doy los últimos tragos a mi vaso empieza a sonar música tradicional irlandesa y una pelirroja que podría ser mi tipo ideal de mujer, si no lo fueran todas, me invita a bailar esa danza popular tan frenética que es el Ceili. A la danza sigue otra Guinness y a ésta otra danza. Horas más tarde cruzo el Ha´penny Bridge (el puente del Medio Penique, llamado así porque esa era la cantidad que se cobraba al cruzarlo hasta que en 1919 pasó a ser gratuito) en un estado inconfesable camino del hotel o del Valhala, que nunca se sabe. A Joyce lo veré otro día.
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